Soy una melómana porque crecí rodeada de música muy diferente. Los domingos en la mañana mi papá ponía alguna sonata de Beethoven, después mi mamá a la hora de almuerzo ponía a la Edith Piaf o El Puma.
Pasaba por fuera de la pieza de mi hermana y se escuchaba a la Janis Joplin, en la de mi hermano Nirvana. En los almuerzos familiares mi abuelo interpretaba en el piano a Rachmaninoff y después me llevaba a conciertos de orquestas, de pianistas, o a la ópera.
Mi primer cassette fue “Out of Time” de REM, mi primer CD fue “Jagged Little Pill” de Alanis Morissette. Mi primer concierto fue el de la canadiense a la edad de 12 años.
Mi primer beso lo di con Aerosmith en un cumpleaños de un compañero del colegio. Con el disco de Boys for Pele de Tori Amos, me acuerdo del verano del ’97 y de la invasión de polillas que afectó a mi vecindario.
Con el disco de la Christina y los Subterráneos me acuerdo de cantar a todo chancho con mi hermana. Con “Hurt” de Nine inch Nails me acuerdo de estar en la pieza de mi hermano con sus amigos y él mirándome feo porque quería que me fuera.
La música para mí es como la fotografía, revive preciados momentos que se pierden en mi cabeza. Y cuando le pregunto a alguien ¿qué música te gusta? Y me dicen: “es que no escucho música”.
Ellos, no saben de lo que se pierden.