Estuve de vacaciones hace poco. Llevé a mi sobrino a Disneyworld y cuando volví, me encontré con la sorpresa que todas mis amigas estaban confabuladas para demandar a Disney. Al principio no entendía nada, pero después me di cuenta que tenían un punto. El príncipe azul no existe.
Todo por culpa de la televisión y del maldito ratón con terno. Fantaseamos con sus películas, nos enamoramos de sus personajes desde que tenemos uso de razón ¿y después qué pasa? quedamos disociadas de la realidad, engañadas a la espera del fulano ese. El hombre perfecto, hecho a la medida de tanto escuchar “y vivieron felices para siempre”.
Tan maravilloso es, que debe ser mino, con una sonrisa que enamora, valiente, inteligente, sociable, comprensivo, encantador. ¡Ah! además debe enamorarse perdidamente de ti, jurarte amor eterno, saltar barreras insuperables y recorrer el mundo loco detrás tuyo.
Es que estamos tan pegadas con el tema, que hay quienes idolatran a sus parejas diciendo que él es la excepción, esas son otras engañadas. Por muy bueno que sea el muchacho, estamos claros que nadie es infalible, habrá más de una que debe llevar sus cuantos cachos. Aunque las más tristes, son aquellas que andan sin novio desde añales y que esperan con ansia al de azul. ¡Pobres! claro que llegará alguien, pero siempre con defectos; como por ejemplo ser un perro que va detrás de cualquier trasero, ser tan bruto que hasta duda que la raíz cuadrada de 9 es 3; o ser tan rico, tierno y comprensivo que probablemente es gay.
Bueno, resulta, sucede y acontece que dicho personaje es meramente ficticio, así que, si usted es una de las tantas mujeres que le contaron el bendito cuento del príncipe azul y tiene un engaño mental profundo, pues reaccione y caiga en la realidad de que ese lolito, no es de este mundo. Es marciano.