No sé si a más de alguna de ustedes les pasó que cuando vieron “Eternal Sunshine of the spotless mind” (“Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”) no la entendieron. A mí me pasó y la encontré demasiado fome. La segunda vez que la vi, por decir lo menos, la amé; pero sobre todo amé a la pareja protagonista: Clementine y Joel.
Primero que todo, Kate Winslet es muy mina, actúa demasiado bien y me gusta el personaje Clementine porque es como loca y al lote, cosa que aunque quisiera, no podría ser. Segundo, es Jim Carrey, que aunque fue la primera película que vi de él NO cómica, me gustó cómo lo hizo.
Lo más importante: la historia de amor. Puede que parezca cursi, pero esos tipos de amores tan pero tan eternos como que sólo se ven en películas o cuentos de hadas. Vamos por partes…
La máquina que quita los recuerdos. O sea ¡YO LA QUIERO! No creo que exista mujer en este planeta que no quiera borrar el recuerdo de una pareja que nos hizo sufrir y llorar. Pero, cuando Joel quiere hacer lo mismo con su ex y borrarla para siempre, se arrepiente y trata de salvarla entre sus recuerdos... ¿Existe algo más romántico?
Cuando se reencuentran… Pese a que los dos eran unos perfectos desconocidos (en teoría), sintieron una conexión cuando se toparon en un tren. Por más que trataron de borrar los recuerdos que existían del otro, algo hizo que, al final de cuentas, comenzaran una nueva historia y eso, mis queridas lectoras, es amor.