La tengo, no la tengo, la tengo, ¡holograma! Así clasificaba las láminas de los sobres que compraba a $100 en el kiosko cerca de mi casa. Mi viejo me compraba siempre, incluso íbamos a la tránsfuga tienda donde vendían láminas sueltas. Nunca completé ningún álbum, pero con cada lámina vivía la ilusión de estar cerca. Acá, los tres imprescindibles de mi niñez.
Me Gusta: el álbum más rosa de todos. Seguía sus trucos mágicos para que el chico de mis sueños cayera rendido a mis pies -como enterrar un mechón de su pelo bajo un árbol- y anotaba en sus páginas los datos de mi amor platónico. Obviamente, era todo una farsa y el niñito nunca me pescó.
Backstreet Boys: ídolos, si hoy las niñas mueren por Jonas Brothers, yo soñaba con Kevin o Nick llevándome sobre un caballo blanco. Además del álbum, también compraba revistas faranduleras con sus fotos, sus cassettes y morí cuando estuvieron en Viña, con sus trajecitos blancos. Ñoña total.
Sailor Moon: lejos, los monitos japoneses que más me marcaron. Yo soñaba con usar esos vestiditos cortos y con Tuxedo Mask regalándome una rosa roja. Tuve más de una versión de los álbumes de las marineritas de la Luna y, por su puesto, nunca los completé, aunque gasté una semi fortuna infantil intentándolo.
Estos y otros álmbunes son sólo recuerdo, porque mi hermano menor los tomó todos, los babeó, mascó y rompió. Aunque quizá fue para mejor, si no, qué plancha ver ese álbum Me Gusta lleno de conjuros hacia un tipo X que ahora me da vergüenza haber amado en secreto.
Ustedes ¿qué álbumes coleccionaron?