Reconozco que vivo pendiente de la comida, las calorías, cuánto engorda esto o aquello, qué es lo más sano, y todo, pero si hay una comida que no transo por nada, son las empanadas de pino. Se acerca el 18 y con ello mis antojos.
De la empanada de pino me gusta todo, incluso las pasas, que no las como en ninguna otra comida que no sea ésta. La masa, mientras más casera, mejor. El pino, ojalá sea en base a carne molida, pero si es con carne picada, no importa. Y si es acompañada de pebre, ¡mejor!
A pesar de considerarme fan número uno de la clásica empanada de pino, le fui infiel. El año pasado, en mi preocupación por no engordar demasiado, le pedí a mi mamá que me hiciera una con carne de soja para probar y, definitivamente, no es lo mismo. Lo mismo me ha pasado con la empanada de pino de pollo. ¡No hay como las de carne!
Como todo en la vida, cualquier exceso tiene sus consecuencias, así que la idea tampoco es que se pongan a comer empanadas como locas. Además de que las terminarán odiando, sufrirán el cargo de conciencia post festividades, el que empieza a penar cuando vuelves al trabajo, recuerdas todo lo que comiste y tomaste el fin de semana dieciochero y quieres volver atrás.
¿Ustedes también se mueren por una rica empanada de pino?