No me gusta que me piropeen en la calle. Mi profundo feminismo me insta a pensar que no es gratuito que los hombres se sientan con toda la libertad del mundo para gritarle a una lo que quieran, mientras que es mal visto que una mujer haga lo mismo a un hombre. En fin, con el tiempo la cosa se va empatando.
Independientemente del género, supongo que un piropo tiernucho igual es bien recibido. Si un chico guapo, de una edad parecida a la tuya te coquetea o te mira porque te encuentra guapa, igual es rico. Ahora, los piropos de viejos verdes es otro tema. Ése es el piropo que me molesta.
Tengo un trauma con el tema. Como mujer, lamentablemente, he tenido que tolerar de todo. Desde que un viejo cuarentón me tocara las piernas a mis tiernos doce años, aprovechándose de la situación en una micro, hasta un viejo rancio que me dijo el peor piropo de la historia.
Como mecanismo de defensa, me he hecho cuero de chancho y lo he probado todo ante los piropos desagradables: mirarlos feo, devolverles una palabrota o levantarles el dedo del medio. Los viejos no se esperan esas respuesta y colapsan. Pero aquella vez, esa horrenda vez, quedé paralizada.
Iba camino a una notaria, a renunciar a una pega, cuando en plena avenida Recoleta me crucé con un viejo rancio. Se acercó mucho a mi oído y me dijo: "Mijita, le llenaría el choro de moco". Perdón si es muy fuerte esto, pero es que en honor a la verdad no puedo suavizar esas palabras. Me sentí violada, no supe qué hacer ni cómo reaccionar. Sólo me quedé congelada y después de mucho rato seguí caminando. Es lo peor que me han dicho en la vida.
Yo me pregunto, ¿qué impulsa a estos imbéciles a decirnos cosas como ésas? ¿Acaso es un elogio que te quieran llenar el...? Como sea, es una mala experiencia que me hace temer por las mujeres del mundo. No me gustan los piropos abusivos, lo encuentro último de machista y avasallador. ¿No creen?