Lejos una de las cosas más desagradables con las que te puedes topar en la vida es: tener un roommate desordenado.
Cuando se está en la antesala de cambiarse de casa todo parece perfecto en esa nube sobre tu cabeza. Encontraste un departamento de tu agrado, el barrio te gusta y te mudarás con esa amiga a la que conoces lo suficiente como para atreverte a vivir con ella.
Pero el refrán que dice: “durante los viajes se conocen de verdad a las personas”, es tan cierto como cuando se vive con ellas. Sólo en esas situaciones te ves enfrentado a la verdadera persona que tienes enfrente, y quizás no era para nada como te la imaginabas, y se te sale un: ¡MALDICIÓN!
Claro, porque antes no habían tenido que compartir tanto tiempo juntas, y ahora que estás ahí te das cuenta que a tu compañera de casa no le gusta lavar la loza y la deja acumulándose en el lavaplatos hasta que no queda ningún plato, cuchillo o vaso limpio.
Piensas ¿cómo tanta flojera para ocupar toda la loza? Porque al final el desorden del otro te afecta a ti en los espacios comunes. O cuando el basurero del baño está lleno y no te toca a ti vaciarlo. Vas a la pieza de tu compañera y casi no puedes caminar por el desorden esparcido por el suelo, vuelves a reflexionar: ¿en qué estaba pensando cuando me vine a vivir con ella?
Porque el desorden propio es una cosa, pero el desorden que se despliega por la cocina, el baño, el living ya es mala educación y descortesía con el otro. Todos tienen que ir a trabajar y volver a casa para descansar, pero si todo está patas pa’ arriba todo el tiempo, la buena onda se comienza a acabar de a poco. Y no es trabajo del ordenado decirle al desordenado: ¡oye ubícate! Se supone que somos todos adultos y debemos respetar al otro.
Yo he vivido esta situación varias veces. La primera vez el desorden afectaba seriamente mi estado de humor y terminaba peleando con mi mejor amiga que pensaba que yo era una amargada. Al final, terminaba limpiando más porque sabía que ella no lo iba a hacer. Era muy injusto.
Las otras veces hacíamos calendarios para turnarnos la limpieza pero eso era un gran fiasco. En la realidad, nunca funcionaba el famoso calendario. Así que en esa ocasión tuve que resignarme a vivir con el desorden de los demás, y llegar a mi casa a veces, era una lata.
La elección de vivir con otros compañeros de casa es bien delicada. Uno piensa que va a ser de lo más entretenido, pero si no sabes cómo son los hábitos de orden y limpieza de los demás puede ser un dolor constante de cabeza. Y para qué estamos con cosas, uno quiere llegar a una casa linda y ordenada, y nadie debería hacer lo que no le gusta que le hagan.
Allá tú si te gusta el desorden, lo que es a mí me pone de muy muy muy mal humor. ¿Has tenido un roommate desordenado?