Soy de las que no puede vivir sin maquillaje. No me echo un millón de cosas, pero sí lo justo y necesario para emparejar mi color, disimular uno que otro granito o manchita, tapar las ojeras y darle un poquito de color a los pómulos. Algo sutil, pero que marque la diferencia.
Tampoco soy fanática, si me quedo en la casa no me pinto y puedo salir un domingo a comprar el pan a cara lavada, perfectamente. Pero en la semana, para ir a la pega, juntarme con amigas o salir a carretear, me maquillo siempre, sin excepción.
Porque saca lo mejor de ti: el maquillaje hace milagros. Cambia la cara de poto con la despiertas en las mañanas y te deja como nueva. Borra los signos del cansancio y si estás enferma, te deja sanita con un par de pincelazos por aquí y por allá.
Es tu propio Photoshop casero: Claramente sin irse al extremo. La idea tampoco es parecer muñeca ni andar tan artificial por la vida. Pero una ayudita para borrar imperfecciones siempre es bienvenida. Con 2 o tres trucos de un profesional, puedes adelgazar tus mejillas, afinar tu nariz e iluminar tu mirada. Me encanta.
Nos hace más felices: No se lo tomen literal, pero está claro que cuando uno se siente linda, también anda más feliz y lo proyectas al resto. Por lo tanto, las cosas te resultan mejor y, a veces, solo gracias a una buena actitud, tu día cambian 100%. Este es el mismo efecto que produce la ropa. Todas tenemos una o dos tenidas favoritas con las que nos sentimos más minas y seguras.
Foto vía famosassinmaquillaje.info