Me declaro una fanática de diciembre. Los días más largos, el buen tiempo, la época de fiestas familiares y comidas ricas - pero por sobre todo, la idea de cerrar un ciclo y comenzar otro -, son cosas que desde chica me han llamado la atención de este mes, el que espero con ansias durante todo el año.
Pero si hay algo, una sola cosa, que no me gusta para nada de este mes, es la presión por la fiesta de Año Nuevo. Una verdadera pesadilla con la que algunos de mis amigos llevan atormentándome hace meses: dónde vamos a ir, cómo nos vamos a ir, cuánto vamos a pagar, dónde nos vamos a juntar… demasiado. Porque si bien, al igual que todos los demás, quiero pasarla bien y carretear en Año Nuevo –una excusa que tenemos sólo cada 365 días- tampoco quiero que todo eso termine siendo un estrés terrible, que le quite toda la buena onda a la celebración, o que termine como un panorama súper funado por una cosa de expectativas demasiado altas. Eso sí que no tendría mucho sentido, ¿cierto?
Además, ¿por qué ponerse tan fanático por la idea de tener el mega-carrete-atómico-de-la-vida? Lo sé, ya dijimos que esta fecha es un excelente momento para festejar como Dios manda; pero ¿si no puede? ¿Si la mejor opción de fiesta que tenemos es juntarnos con los clásicos amigos en una casa a carretear como siempre? ¿O si el panorama es disfrutar de un asado familiar y luego bailar cumbias del año de la pera? ¿Eso significa que nos vamos a morir? ¿O que vamos a tener mala suerte en el año, llenos de carretes hiper fomes? De verdad no creo que una celebración de Año Nuevo más o menos movida cambie nada en ese sentido; lo importante, eso sí, es vivir el rito: despedirnos de lo viejo, decirle “hola” a lo nuevo, y a las oportunidades que el 2014 nos traerá, ya sea carreteando en la azotea del edificio de la Telefónica, o sólo viendo el especial navideño de Charlie Brown en casa, ¿no creen?
Y ustedes, ¿qué piensan de las fiestas de Año Nuevo? ¿Son un imperativo para esta fechas o algo de lo que podemos prescindir si queremos?
Imagen: Tout le Cine