Anoche finalizó la segunda temporada de “Soltera otra vez”; la misma que rompió la sintonía en 2012 y que en su nueva entrega obtuvo resultados bastante más modestos. Habiendo nacido como una apuesta a ganador - y con varias temporadas contempladas - los números del rating (contrarios a toda predicción) no fueron lo auspiciosos que se proyectaban. Aún así, la novela mantuvo a una audiencia cautiva, que siguió fielmente las correrías de la atolondrada Cristina hasta el último capítulo.
Debo reconocer que fui una de las desertoras. Esto, a pesar de que seguí fiel y fanáticamente la primera temporada. Cuando ésta comenzó, me pareció una apuesta novedosa y me puse en los zapatos de la protagonista: la escena en que pilló a “Monito”, su pololo de 8 años (el exquisito Cristián Arriagada) en la cama con la regia “Flexible” me dolió hasta el alma. Y, posteriormente, reí a carcajadas con las divertidas situaciones en las que se introdujo producto de su torpeza y distracción. ¡Fue jocoso verla conociendo pasteles para terminar enamorándose de Álvaro (Pablo Macaya), su guapo vecino y amigo! Al final, terminó "reformando" a este "the real chico malo", reacio al compromiso. ¡Aww!
No obstante -en mi opinión, compartida o no - en la segunda entrega algo "guateó". La exitosa fórmula de la cómica y acontecida damisela sufriente se utilizó otra vez cuando ya no era necesario. (O no tenía nada nuevo por contar) Es más, se aplicó hasta la saciedad - alcanzando niveles grotescos - para llegar a agotarse. ¿Por qué? Me explico. El romántico final de “Soltera 1” se fue al carajo en “Soltera 2”, repitiéndose la historia inicial como un círculo vicioso y macabro. Y, ¿quién nos asegura que el de anoche fue el final definitivo? Perfectamente - en nuestro imaginario o el de los guionistas - la heroína podría terminar ahora involucrada con los hombres que le faltaron de Santiago. Además, como si no bastara con una sola y recargada Cristina (sus pastelazos se exageraron hasta el límite de lo soportable), su personaje se reprodujo como un gremlin en las historias personales de Monito, Camila, Susy y Aliro. (¡Parece que la cuestión era contagiosa, qué susto!)
Como escritora amateur de cuentos e historias, soy una convencida de que éstas cumplen un ciclo y se van. Pretender mantenerlas cuando ya nos han entregado todo lo que tenían (y con un resultado redondo), es como querer que un finado se levante. O mantenerlo conectado a un respirador artificial. Preferí abstraerme, entonces, de un fenómeno que esta vez no fue tal y perder el agasajo de las notables actuaciones de bombones como Cristián Arriagada, Nicolás Poblete y Pablo Macaya, cambiando de canal. ¡Ya los veré en otra ocasión, no me cabe duda! Y estaré clavadísima al televisor, sobre todo si se trata de una trama novedosa.
Supe, por cierto, que la novela terminó más o menos igual que como empezó, así es que - salvo un par de chistes que hicieron reír a mis amigas - infiero que no me perdí mucho. Me quedo así con el recuerdo de la anterior.
Y a ustedes, ¿les gustó Soltera otra vez 2?