El verano es esa instancia perfecta para conocer nuevas personas y por qué no, encontrar algún amor. Tener amoríos en verano puede llegar a ser algo mágico, tanto que permanecen en tu mente como un lindo recuerdo por el resto de tu vida.
Jamás voy a olvidar la primera vez que me sentí “flechada”: fue un enero de hace varios años atrás, ¿el lugar? la playa, ese destino perfecto al que me trasladaba con la familia para compartir cada año las vacaciones… Ahí fue cuando conocí a Cristóbal, un chico demasiado guapo con el cual tuvimos un “amor a primera vista”, luego de cruzar un par de palabras, miradas y sonrisas. Todo con él fue demasiado lindo, de principio a fin, de hecho creo que es el único “ex” por el cual siento afecto hasta el día de hoy. No nos costó nada conocernos para ya querer estar todo el tiempo juntos. Él había llegado a ese destino por un amigo que lo invitó a pasar unos días a su casa… (gracias amigo). Con él fue todo muy loco y espontáneo, las cosas resultaron perfectas al punto en el que confiábamos el uno en el otro de una manera casi increíble, nos demostrábamos lo que sentíamos sin miedo a nada y disfrutábamos cada momento que pasábamos juntos…
Por las noches yo bajaba con una amiga a la playa y nos encontrábamos con ellos para ir a los juegos y conversar en la arena. Fueron días dignos de recordar, de verdad. Hasta el día de hoy, de vez en cuando hablamos de cómo estamos... Claro, él está en lo suyo, tiene su polola y yo, bueno, también ando con mis cosas. Hablar con él siempre ha sido muy agradable, es un gusto preguntarle cómo está y sé que a él le sucede lo mismo, creo que es porque fue de esas cosas genuinas que uno tiene la posibilidad pocas veces en la vida de protagonizar.
Y bueno, como nada es para siempre, cuando llegó el día en el que Cristóbal debía volver a Santiago. Estábamos con mucha pena pero hicimos una promesa que yo creo que ninguno de los dos ha olvidado todavía…
¿Y tú, recuerdas a tu primer amor de verano?
Foto vía CC: wallpaprer.com