Si estás dispuesta a romper tu régimen en tu hora de colación, los infaltables locales de comida rápida te resultarán sumamente amigables. Encontrarás alternativas para todos los gustos y bolsillos: hay ensaladas, sandwich con queso cheddar y empanadas varias. De vez en cuando, obvio que te tientas con una oferta razonable y de apariencia suculenta, ¿no? No es malo, de no tratarse de una práctica frecuente.
El problema (al menos para mí), es cuando aparece la famosa lactonesa. Sí, ese sucedáneo de mayonesa publicitado como maravilla culinaria, al prescindir de huevo y - con eso -, del riesgo de contraer salmonella. Puede que dicho así parezca muy saludable; no obstante, a mí me cae como que una bitch le coqueteara descaradamente a mi pololo. Y lo peor es que no me doy cuenta hasta que ya he ingerido una buena porción. Ese instante preciso en que siento como si un tsunami de grasa me ahogara y me tapara todas las arterias (es simple percepción).
Inmediatamente, experimento náuseas, malestar y decaimiento. Como que mi organismo no entiende ni acepta que este aderezo no contenga huevo y - como reemplazo - esté hecho en base a leche y aceite de oliva. Algo en mi interior lo rechaza (aún gustándome ambos ingredientes por separado). Me han dicho que tal vez soy intolerante a la lactosa, pero yo no lo creo así. Porque si lo fuera, ¿cómo es que puedo consumir con verdadero deleite una rica y espumosa leche con plátano o un trocito de queso, sin que éstos me provoquen molestia alguna?
De todos modos, no creo ser la única que tiene este problema con la “mayonesa alternativa”, ¿o sí? (y ¡ojo! que con la original no me sucede nada) ¿Qué será? Mientras lo averiguo, les pido a los señores responsables de estos locales de “bituperios” que ¡por favor, ofrezcan alguna opción adicional a este ingrediente! Algo tradicional, con huevos, para estómagos conservadores. ¿Es posible?
¿Alguna de ustedes también tiene intolerancia a la lactonesa? ¿O será pura maña mía?