¿Les ha pasado que se visten en la mañana y juran que la van a romper y luego se sienten incómodas todo el día? Pues a mi sí y es lo peor.
La historia comienza así: te levantas, te duchas y comienzas a pensar qué te vas a poner. Obvio que antes consideras en qué onda andas, si tienes reunión en la oficina, si vas a salir después del trabajo. Con todas estas variables tu mente trabaja como software descartando y aprobando looks. Con este proceso completado te enfrentas a tu clóset y piensas: "ya... a ver. ¿Qué elijo primero, la parte de arriba o la de abajo?. Te decides por una y sigues con la que viene, si te sientes gorda vas directo a la ropa que te sienta cómoda y así. Luego los zapatos, el maquillaje y la cartera de turno.
Sales de tu casa, lo más seguro que un poco atrasada y te vas mirando lo más piola en los vidrios de comercios y escaparates varios. Piensas: "Mmm, todo esto se veía mejor en mi cabeza", pero ya es muy tarde: estás en el mundo real y fregaste, no puedes ir a cambiarte a tu casa. En resumen: te ves mal y no puedes solucionarlo.
Una vez que te das cuenta de esto es muy tarde. Debes poner tu mejor cara y tratar de no llamar la atención. Rogar para que sea la hora de irse a la casa y sacarte esa maldita ropa que que jugó una mala pasada. ¡Horror, sentirse incómoda en tu propio cuerpo!
Imagen CC Daniel M Viero