Todas tenemos días en que nuestros actos no son todo lo “clever” que desearíamos. Sí, porque somos humanas y en dicha calidad, cometemos errores. Equívocos que a veces nos atormentan más de lo que quisiéramos. Y es que ¡claro!, si fuese otra persona quien “se pasteleó”, basta con retarla bien retada y ya está. Pero, ¿qué hacemos cuando nos enojamos con nosotras?
Obviamente, en esos casos, no podemos descargar nuestra ira. Se vería rarísimo reprendernos severamente, por mucho que algunas tengamos la costumbre de hablar solas. También sería descabellado auto-agredirnos (aunque conozco a quienes se arrancan los pelos a dos manos, pero eso ya es un poco masoquista).
En lo personal, cuando me enojo conmigo es todo un caso. No hay cosa que pueda hacer para olvidarme del mal rato. Me tortura, como si fuese un martillo golpeándome sin cesar en la cabezota. Lo peor es que no puedo exteriorizar mi rabia, porque está dirigida hacia mi persona. Entonces, (feo, pero típico) tiendo a buscar un chivo expiatorio que me ayude a sentir mejor. De lo contrario, el auto-enojo no me permite vivir.
Creo que esta sensación es una de las más terribles que puedes experimentar. Porque, al no dejar fluir tu malestar, éste ¡se exacerba! No quieres que te hablen, ni te miren. Es un momento de aquellos en que ¡odias al mundo! Yo al menos, trato de bajar las revoluciones, evitar caer en la tentación de desquitarme con el entorno y asumir mis errores. Total, nadie ha muerto por una negligencia mía y ¿quién está libre de equivocarse' No es irremediable, es parte de la vida. Entonces, trato de juzgarme menos duro y tomarlo “con andina”. Sin embargo, de que cuesta, ¡cuesta! y bastante.
Y ustedes, ¿cómo hacen para lidiar con el auto-enojo?
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