Amigos, un bien más valioso que el dinero. Ellos son esa familia que podemos elegir, nuestros compadres, los que apañan en las buenas y en las malas. Pero ¿qué pasa cuando casi todos los tiempos con ellos tienen algo de malo? Y si te hacen mentir, poner tu vida en peligro o la de ellos ¿son en verdad amigos?
Al menos una vez oí de la boca de mi madre —e incluso de la boca de otras madres— la frase: “ese niño no es buena junta”, y obviamente uno no le hacia el mínimo caso. Era mi amigo y yo lo aceptaba tal cual. Recuerdo a uno —al que todavía tengo en Facebook—, que quería tanto que le creía todo, lo defendía a morir, por él mentía llamando a su trabajo diciendo que él estaba enfermo, cuando en verdad estaba detenido por pelear en un carrete. Quisiera tanto viajar al pasado y decirme lo tonta que fui al hacer caso a esas cosas. Favorablemente, hoy, esa experiencia me hizo casi experta en detectar malas juntas, abusadores morales, frescos y chupasangres laborales.
Casi siempre pensamos que estos “amigos” aparecen en la adolescencia, pero hace poco me encontré con alguien que me contó que estaba complicada porque su amiga le pidió un favor muy difícil de cumplir, iba totalmente en contra de sus principios y para era ella era tan terrible como robar un banco. Me pidió un consejo, y recordé mi experiencia. Le dije que un amigo de los buenos, nos puede pedir cualquier cosa, pero también entiende cuando nos negamos. Sí, porque saben que si les decimos que no es por una razón de peso. Ella se puso aún más triste y creo que fue en ese momento cuando se dio cuenta de que en verdad no eran tan amigas. “Ya se lo dije, y no me habla hace seis días”, me contesto. Me dio mucha tristeza ver su cara. Creo que las rupturas amistosas son tan terribles como las amorosas. De alguna manera entregamos nuestro corazón sin limitaciones y nos dejamos llevar por las experiencias vividas. Tantos recuerdos, llamadas, secretos, llantos consolados y lágrimas sobre los hombros de ellos, que al terminar, algo de nosotros también se va con ellos.
A veces nuestras amistades nos hacen daño. Nos llevan a tomar decisiones complejas e incluso nos obligan tácitamente a hacer cosas que simplemente no queremos. Es difícil decir no, pero es necesario. Reconocer que nos están usando es la primera etapa y sí, es tan difícil como darse cuenta de que te han sido infiel, pero debemos enfrentar el hecho y no temer a la soledad. Y aún más ahora que somos adultas, porque muchos se pueden acercar a nosotros por conveniencia (laboral o de otro tipo). Una traición de un supuesto amigo es dolorosa en extremo. La única ventaja de tener más años es que nos sobreponemos con más herramientas, pero la pena es igual, duele en el alma.
¿Qué habrías hecho tú en el caso de mi amiga? ¿Qué es lo más complejo que has hecho por un amigo?
Imagen CC:Dani_Vr