Recuerdo que en mis años universitarios solía quejarme por la alta carga académica impuesta por cada profesor de asignatura. Debía ocuparme de pruebas ¡eternas!, con contenidos bastante generosos. ¡Y por desarrollarlos, no recibía peso alguno! Anhelaba el momento en que tomara las riendas de mi vida adulta, ejerciendo mi carrera para por fin ¡despegar!
Hoy, ya entrada en la treintena, por fin alcancé lo que tanto quería. Sin embargo, la nostalgia por los años universitarios es ¡infinita!. Si bien ser profesional - y tener la autonomía que eso conlleva - ofrece amplios beneficios, hay cosas que extrañas indefectiblemente. Por eso, si aún te encuentras en la etapa universitaria, ansiosa por comenzar tu vida ¡ve con calma y disfruta lo que hoy tienes! Sácale el máximo provecho, porque cada proceso tiene su encanto. Así, aunque a mí me fascina lo que ahora estoy viviendo, a veces viajo al pasado para recordar aquellas cosas que hacían de ser universitaria ¡lo más!
Toma nota y ¡carpe diem!
1. La billetera rinde más. El común de los universitarios, si bien tiene sus “gastos”, no debe preocuparse mayormente del colegio de los niños, las cuentas de luz, agua y gas o que el dinero alcance para la comida del mes. Su principal obligación es estudiar (algo que ellos mismos escogieron y por ende, les agrada), obteniendo buenas calificaciones para así contar con herramientas para el futuro. Nunca faltan los recursos para darse un “respiro” con los amigos, yendo al cine o recorriendo - por ejemplo - el Barrio República.
2. Tiempo para socializar. En la universidad hay “ventanas” entre las cátedras del día, instancia que podemos aprovechar para conocer mejor a nuestros compañeros de curso e incluso, alternar con otras disciplinas. Los más afortunados también cuentan con “días libres” en los que pueden organizar excelentes panoramas con sus camaradas. Tú administras el tiempo y si hay una clase en la que tienes buena asistencia, puedes eventualmente ausentarte para dedicar esos minutos a otros menesteres, siempre encargando tu grabadora a aquel buen amigo del curso.
3. Talleres ¡gratis!. Si al ser profesional quieres inscribirte en un gimnasio, clases de yoga o aprender danza árabe ¡malas noticias!, ya que deberás desembolsar un pequeño monto para lograr tu objetivo. Nadie discute que bien lo vale, pero ¿habrá algo más top que tener la posibilidad de asistir a estas actividades totalmente gratis, en la comodidad de tu lugar de estudios e incluso con tus amigas? Yo aproveché ¡full! este beneficio, inscribiéndome en teatro, literatura y ¡debate! (taller en que adicionalmente, me encontré ¡al mejor hombre del mundo!)
4. Basta con un completo o un wrap. Así es, te comes uno en el quiosco de tu U o en la picada de la esquina (a un precio bastante módico ¡y hasta con bebida!) y ¡quedas lista para afrontar lo que te queda del día! Energía te sobra y si te dan ganas de más, puedes esperar a llegar a tu casa y tener nuevamente comida. Por último, si se te antoja una colación más sustanciosa o tu jornada académica es más extensa, también tienes el casino o los “vales Junaeb”, que hacen maravillas en tu día ¡Te garantizo que en tu vida profesional los extrañarás!
5. ¡El pase escolar! Sin duda, “the real” joya de la vida de estudiante. ¡El pasaje rebajado en la micro es invaluable! y los pesos que te ahorras, ¡por supuesto que te aprovechan! Eso, sin contar que gracias a este tesoro y tu credencial universitaria, tendrás acceso a diversos eventos ¡por precios irrisorios! Raramente sucederá eso con tu “carnet de funcionario”.
Y tú, ¿estás viviendo a concho la universidad? ¿Qué es lo que más extrañarás de ella?
Imagen CC Pontificia Universidad Católica de Chile