Hoy, nuestra primera presidenta electa entrega el poder cerrando un ciclo importante de nuestra historia. Su popularidad es record histórico, sobrepasando cualquier apoyo partidista o arrastre de coalición, sobreponiéndose a una decaída Concertación y alcanzando un 84% de aprobación según la última encuesta Adimark. Ella se propuso ser la líder de todos los chilenos… felicitaciones, misión cumplida.
La llegada de Michelle Bachelet al sillón presidencial no fue fácil. Criticada de antemano por su capacidad de liderazgo (incluso por su propio partido), demostró que no sólo era un referente de la coalición de izquierda, sino que un ícono de un país que necesitaba un fuerte impulso en el gasto social y una nueva mentalidad respecto al trato que la nación le daba a la mujer.
Frente a ese cuestionamiento, le toco realizar una fuerte decisión-país, respecto al transporte público de la capital, anteponiendo dos criterios que son un arma de doble filo: la decisión política, que la obligaba a la implementación cuanto antes del Transantiago para sostener el plan del gobierno anterior; o aquellos criterios técnicos que forzaban a una postergación de por lo menos un año más. Su decisión demostró que en ese momento no estaba a la altura de la presión partidista y cometió un error del que aprendería por el resto de su mandato.
De ahí en adelante comprendió que debían ser sus atributos los que tenían que regir sus decisiones, logrando autonomía y un sello que no podrá imitar ningún otro mandatario. Su sencillez combinada con simpatía logró encantar hasta al reticente empresariado, que terminó alabando su gestión.
Numerosas fueron las crisis enfrentadas. Las de la educación con las movilizaciones en torno a la LOCE, las de los créditos hipotecarios de ANDHA Chile, la pandemia de Influenza Humana, la muerte del General de Carabineros, la reclamación limítrofe peruana frente a la Haya y últimamente el devastador terremoto - tsunami que azotó nuestro país.
Sin embargo, con su estilo cercano, amable y un reformado equipo Ministerial logró sobreponerse estampando logros que, no siendo rutilantes, sí son tremendamente importantes y conforman base para nuevos proyectos. Sobre todo en lo deportivo con la construcción de recintos de lujo, la reforma previsional, el ingreso a la OCDE, aumento de salas cuna, subsidios para la vivienda, el fortalecimiento del plan auge, la reforma a las empleadas domésticas, entre otros.
Es cierto que el país pudo realizar una mejor gestión para avanzar y fortalecerse en el desarrollo, pero también es cierto que somos muy buenos para criticar sin tomar en cuenta que bajo su mandato logramos notoriedad país, que nos hemos relacionado mejor con la cultura y que ella se convirtió en uno de los personajes más influyentes (entre los 100) a nivel mundial.
Nuestra presidente hizo historia, y ahora al final de su gestión, igual la echaremos de menos.