A mi amigo Osvaldo le cuesta conocer mujeres y comenzar una relación. Un día me confesó que había pasado bastante tiempo sin sociabilizar y que junto a su amigo Cristián, decidieron meterse a una sala de chat para probar suerte.
Entre tantos nombres extraños les llamó la atención uno: Daniela, por la simplicidad que evocaba. Luego de horas les dio confianza y le pidieron el msn, y así comenzaron las eternas conversaciones. Al Osvaldo le daba lata tener que conversar siempre con la D. así que a veces lo suplantaba su amigo.
La D. era súper fluida y siempre dispuesta a entablar conversación. Ya se habían intercambiado fotos con su mejor lado, se habían contado los sueños, alegrías y desgracias, pero no siempre eran las del Osvaldo, a veces eran las del Cristián.
La chica manifestaba una cierta confusión en la actitud del Osvaldo, le decía que a veces lo encontraba más activo, más entretenido, más de tomar la iniciativa en los temas, y otros días, simplemente no lo reconocía.
El día de la cita fue un fracaso total, porque claramente ella fue buscando a esa persona cibernética que la tenía enganchada y que no era el que asistió. La incomodidad se apoderó completamente de la situación, el silencio no los dejaba tranquilos, y Osvaldo le tuvo que contar la verdad.
“Daniela, tengo un amigo que a veces me suplantaba en nuestras conversaciones y ahora que te conozco creo que ustedes dos se llevarían mejor.”
La chica al principio se enojó, pero la intriga de conocer al que verdaderamente le había gustado la superó. Osvaldo concertó la cita, y obvio, final feliz, ya llevan 3 años pololeando con ganas de casarse y el pobre Osvaldo aún sigue soltero.
Lo que aprendió de todo esto es que siempre pero siempre tiene que ser él mismo y no buscar a alguien especial. La persona eventualmente llegará, pero hay que dejar de esperarla, como le pasó a Cristián.
(foto vía ob79)