- A las 6 de la tarde ya está oscuro: No sé a ustedes, pero el sólo hecho que al salir de trabajar ya esté oscuro, no me deja con muchas ganas de hacer nada más que irme a la casa, ponerme pijama, comer y quedarme dormida con el control remoto en la mano. En el verano, en cambio, las 6 de la tarde el día recién está en la mitad; dan muchas ganas de salir y el mejor escenario por lo menos para mi es una terraza, una cerveza congelada y muchos amigos. El paraíso simple.
-Una razón obvia pero poderosa: el frío. La llamada onda polar no sólo hace que levantarse en la mañana sea criminal y cada vez más complicado, sino que añade un factor poco glamoroso a nuestras vidas; el exceso de ropa. Entre panties y camisetas de polar, gorros, botas y capas y más capas de ropa, nadie se ve bien. En verano en cambio, un sólo vestido es necesario.
- Se come en exceso: Los kilos demás me importan bien poco durante el invierno (la verdad, durante el verano también) y muchas veces el único panorama que se me ocurre es comer; pizzas, sopas, sushi, pasteles, queso, chocolate, lo que sea que me aporte algunas calorías para pasar el frío. Sola o acompañada, el acto de comer en invierno no sólo engorda sino que es poco creativo. Durante el verano los panoramas se multiplican y siempre, aunque comer sea lo máximo, son más entretenidos.