Al último pololo que tuve, le pedí que no chateáramos cuando estuviéramos en la oficina. Al principio se enojó mucho porque pensó que yo no quería hablar con él, pero eso no era lo que me pasaba.
Cuando hablábamos por chat, los temas eran puras trivialidades, como por ejemplo ¿Qué estás haciendo? ¿Qué vas a almorzar? ¡Qué rico está el pan que me estoy comiendo!, y si tenía que ir a una reunión o me alejaba de mi escritorio tenía que avisarle porque si no pensaba que él no era lo suficientemente importante.
Al mes de esta práctica me di cuenta que nuestras conversaciones en persona eran mucho más entretenidas y teníamos un mundo entero por compartir. Porque lo que no nos estábamos diciendo por el chat, lo estábamos diciendo en vivo y en directo con lujo de detalles, con onomatopeyas y risas en vez de los clásicos emoticones o los jajaja.
Además es sano estar desconectados un rato del otro, porque ya estás compartiendo el porcentaje restante que te queda fuera de la oficina.
¡A decirle no al chateo!
Pd: excepto para los que están separados geográficamente.