Hasta antes de ir a terapia nunca pensé que fuera realmente necesario. Era de esas personas que creía que uno tenía que ser lo suficientemente fuerte e inteligente emocionalmente para superar sus propios problemas y que si uno se lo proponía era perfectamente capaz. Las pinzas.
Luego de casi un año de terapia -con una psicóloga maravillosa- me di cuenta de lo importante que es invertir en uno mismo, en conocerse e intentar mejorar esa materia prima con la que nacemos. Siento que después de esto tengo una lucidez diferente para enfrentar mi vida. Entiendo mucho más las cosas y veo otras que antes ni si quiera alcanzaba a percibir.
Creo que es fundamental derribar el mito de que hay que estar enfermo de algo para “hacerse ver”. Ojalá todos pasaran una vez por esa experiencia, porque es una oportunidad para descubrirse. Si bien aún no sé qué quiero exactamente, por lo menos estoy segura de lo que no quiero, lo que me parece un logro. Es verdad que ir al psicólogo es caro y que con esa plata puedes hacer o adquirir otras cosas, pero qué más importante que revelar ese misterio que llevamos dentro, desentrañar historias familiares que nos hacen ser quiénes somos y, finalmente, “decidir” cómo vivir nuestras vidas, tratando de aplicar lo que aprendiste.