Hasta hace unos días jamás pesqué Glee. Cuando lo empezaban a dar en la tele la cambiaba altiro, nada me parecía más ridículo que un grupo de adolescentes emo, queriendo ser populares y más encima cantando por los pasillos con coreografías que parece que se aprendían por telepatía, porque jamás los ví ensayar. Sin embargo, luego de una inesperada revelación, decidí darle una oportunidad y ahora todo es diferente. Después de pasar un sábado entero en mi propia maratón, el sentimiento fue contradictorio. Ahora les explico por qué.
Odio: Sigo encontrando que los guiones son pésimos y los actores malísimos.
Amor: Menos la única e increíble Jane Lynch. Sue Sylvester es seca y por ella Glee vale demasiado la pena.
Odio y Amor: Aunque el peinado del profesor Will Schuester es macabro, cada vez que baila y canta me dan ganas de agarrármelo.
Amor: Las cheerios. Brittany y Santana son lo más. La primera, tonta como una puerta y la segunda, caliente. Pero ambas geniales en su estilo.
Odio: El peor episodio ever fue ver a la gordita del grupo cantando “you’re beautiful”, luego de que se diera cuenta de que no tenía que bajar de peso para ser bonita.
Amor: Ver a Jane Lynch sin su buzo, vestida a lo Madonna en Vogue, diciendo “strike a pose”.
Odio: Rachel. Qué personaje más apestoso. Odio a las buenas perfeccionistas tipo Lisa Simpson.
Amor: Glee me hizo darme cuenta de que nací para protagonizar musicales ¡cómo no me di cuenta antes!