En general no me atraen “los tiernitos”, pero Ryan Gosling es la excepción a mi regla. Me gusta desde que lo vi en The Notebook, con sus ojos caídos y las cejas medio levantadas, como si siempre tuviera pena, como si él fuera el clásico tipo bueno como el pan, pero con mala suerte, que siempre se encuentra con la mina mala que le caga la vida o le rompe el corazón.
Por su puesto, la realidad es bien distinta y de pobrecito no tiene nada. Durante su corta carrera ha cosechado éxitos y reconocimientos, sobre todo en el circuito indie. Ha estado nominado a numerosos premios, entre ellos a un Oscar y un Globo de Oro y además es empresario, tiene un restaurant de comida Marroquí llamado “Tagine” en Beverly Hills. Sin embargo, lo que me terminó de matar es que también es músico.
Desde el 2006 es el líder y vocalista de la banda “Dead Man’s Bones” -proyecto que armó junto al baterista Zach Shields-, en la que también toca el piano y la guitarra. El estilo lo definen ellos mismos como rock gótico con algo de góspel (suena bien malo la verdad, pero no es nada terrible). Lanzaron su primer disco en octubre del año pasado y con críticas bastante favorables, haciendo algo parecido que Karen O. y Spike Jonze para el soundtrack de “Where de wild things are”, incluyendo a un coro de niños del Conservatorio de Silverlake en sus canciones, contrapunto perfecto para los tonos oscuros de la voz de Gosling; que para mí resultó toda una sorpresa.
Por si fuera poco, todos dicen que es encantador. Por algo sus coprotagonistas siempre terminan enamoradas. Entre ellas la linda Michelle Williams con la que comparte escena en la película Blue Valentine, de la que te contamos hace algún tiempo y que todos dicen que será una especie de nueva “500 Days of Summer” del 2010, sólo que esta hablará sobre el desamor. Cómo no amarlo nosotras.