Por Marina Parra Según los expertos en salud mental, o vulgarmente llamados “loqueros”, el secreto para la estabilidad espiritual es encontrar alguna manera de lidiar con los sentimientos complicados. Para ello necesitamos canalizar, a nuestro modo, las energías positivas y negativas, dejarlas fluir e intentar alcanzar ese tan anhelado y esquivo estado de equilibrio.
Para contrapesar la balanza emocional algunas optan por romper cosas, otras van al gimnasio, practican artes marciales, se embarcan en un “touch and go” o pasan una noche de farra (con apagón de tele incluido). Pero en lo que a mí respecta, mi vía favorita de escape es el baile.
Desde pequeña sentí una conexión especial con la música y a eso de los 4 años descubrí que danzar no sólo me provocaba un bienestar a nivel físico, sino que también le hacía bien a mi corazoncito. Si tengo un mal día, me peleo con alguien en el metro o simplemente la vida me sorprende, pongo el seguro de la puerta de mi pieza, prendo la radio y me sacudo energéticamente al ritmo de alguno de mis ídolos pop, idealmente hasta quedar con el corazón en la boca.
Al bailar siento la libertad en cada movimiento, me olvido del mundo y de los problemas, me vuelvo liviana, desinhibida y despreocupada, lo contrario de lo que soy en la cotidianeidad. Purgo los desechos emocionales y recargo las pilas para seguir adelante con la difícil tarea de vivir, todo gracias a una canción.
Esa mi receta, ¿cuál es la de ustedes?