Foto vía 20minutos.es Por: Loreto Ramírez
(Advertencia: si ud quiere detalles del show, acá no los encontrará, pero siga leyendo si gusta)
Después de casi 13 años de espera, al fin pude ver a mis máximos ídolos de infancia: los Backstreet Boys. Llegué tipín 4:30 al Movistar Arena, provista con mi mejor sombrero para evitar el sol, que a esa hora pegaba muy fuerte en Santiago, y además llevé mi botellita con agua congelada. Creo que esas dos cosas me salvaron de morir deshidratada en la espera. Cuando puse mis pies en la explanada, esa misma donde hacen la parada militar, entendí que la cosa se venía ruda. Largas y anchas filas llenas de mujeres con cintillos y poleras con la sigla BSB esperaban en el lugar con cara de perro aburrido. Me acerqué hasta adelante y obvio que me miraron como enemiga a la vista, pero yo sólo quería preguntar si esa era la fila eterna que tenía que hacer. Como la respuesta fue un seco “sí”, me fui caminando a mi puesto, sola y rechazada.
Llegué a la fila nuevamente y allí hice a mi primera amiguita de concierto. Ella también iba a cancha vip -o cancha rip como es conocida-, y para mi suerte también iba sola. El día que salieron las entradas a la venta no le pregunté a nadie si quería ir, fui a comprar sin avisarle a mis BFF (Best Friends Forever) y es que los gustos musicales de mis amigas pueden ser no muy compatibles con los míos, además estaba segura de que no iban a gastar 50 lucas por ver a los BSB. Esta era una deuda pendiente que tenía y antes de casarme, tener hijos y morir, debía ver de cerca a Nick Carter, ese hombre que fue mi primer amor platónico hiper mega imposible de conocer. A los 40 segundos de estar esperando bajo el sol, se nos acercó un vendedor de cintillos para decirnos que metros más allá había una puerta y que casi no había gente, así que partimos detrás de él para buscar esa famosa entrada. Yo iba con miedo, estaba segura que nos iba a llevar a una parte solitaria para robarnos nuestros amados tickets. Pero me equivoqué, en realidad sí existía dicho sitio, así que en muestra de agradecimiento le compré dos de sus productos. Sólo les diré que tengo escarcha hasta en las zonas que no me veo, parezco salida de alguna revista de Belloni; más escarchada que trabajo de artes plásticas para navidad.
En la larga espera hice más amigas. Hasta que empezó la carrera: 1,2,3 partieron! Abrieron las puertas, me cortaron la entrada y corrí, lo hice como nunca había corrido, ni en el colegio, ni para tomar la micro. Lo hice porque sabía que no quería quedar tan atrás y porque la histeria colectiva me sumó a su gente. Vi que todas se movían cual Forest Gump, así que yo también debía acelerar mi marcha. Llegué sin aire hasta la cancha, pero feliz, porque estaba en la “4ta fila”.
Instalada frente al escenario, aún me quedaban como dos horas más de espera. Obligada a hacer nuevamente amistades. Objetivo logrado. Cuando quedaban sólo 30 minutos para que los principitos del pop salieran, comenzó a ponerse salvaje la situación. Todas transpiradas y pegadas unas con otras, yo imaginaba que estábamos en un concierto de rock y no en uno de pop. Agradezco que en su mayoría fueran mujeres sino me hubiese sentido violada y seguro salía embarazada del lugar de lo tan apretadas que estábamos. De repente una ola venía y nos empujaba de un lado a otro, ya la situación me estaba empezando a molestar, pero eso no era ni un cuarto de lo que estaba por venir.
Se apagaron las luces. Griterío. Me empujaron para adelante, atrás, derecha e izquierda. Pensé que perdería mis zapatos y de paso también mi vida. Tenía mojado hasta los calzones de tanto calor. Se prenden las luces y suena “Everybody”. Más griterío, más empujones y más sudor. Prendí mi cámara, pues tenía que captar el momento en que salieran a escena o el de mi muerte. En la mitad de la canción sentí que debía intentar salir de ahí como fuera y en verdad les digo que todas las misiones imposibles de Tom Cruise se quedan chicas frente a mi odisea. Yo intentaba ir para atrás cuando todas querían ir adelante. No sé cuánto tiempo me tomó, pero logré salir. Chascona, con los pantalones abajo y tiritona. Pensé que iba a caer al suelo y ser pisada por las fanáticas descontroladas. Las mujeres estaban como poseídas, daban miedo.
Una vez repuesta, intenté buscar una buena posición. Me puse en un costado y quedé bastante cerca como para poder sacar fotos y verles claramente sus lindas facciones, hay que decir que en vivo son mucho más guapos TODOS. Al salir y tomar la micro para mi casa, seguí haciendo amiguitas de concierto. Esta vez comentábamos lo bueno del show, aunque yo entre tanto grito escuché la mitad.
Ahora que estoy en mi casa sana y salva de esa jauría de mujeres hambrientas por un Backstreet Boys, me doy cuenta de que después de tantos años al fin los vi y pienso que ellos me cantaron. Sí, ellos fueron a cantarme porque yo les pagué para que lo hicieran y eso supera a que casi morí por verlos. Estuve a metros y sé que jamás lo olvidaré. Ahora puedo decir que sobreviví a un concierto de los BSB.