La otra vez me acordé lo emocionante que es la primera invitación a salir de la persona que te gusta. Nunca he sido muy de citas, pero “the first date” no se compara con nada.
Obvio que es mucho más especial si el tipo te encanta y tu creías que ni siquiera te ubicaba. No sabes cómo se consiguió tu teléfono; pero te llamó y te invitó… Primera reacción después de cortar: ¡gritos!
Ya superada esa fase, pasamos a la de los días previos. No sabes qué ponerte, no dejas de pensar en que te dejará plantada o se arrepentirá, miras el celular cada un minuto por si acaso y ya no das más de nervios.
Y llegó el día. Andas insoportable en tu casa porque quieres que todo salga perfecto y justo no está la ropa que necesitas, el pantalón que te queda increíble está en lo más profundo de la ropa sucia y, para peor, tus papás y hermanos te miran como si fueras demente.
¡Ring! Y es un corto y escuálido “estoy afuera”. Sales, te miras al espejo y te vez patética. Llegan al restaurante y es la mejor noche de tu vida. No pararon de hablar, tienes demasiada química y ves frente a ti, a la copia fiel de un príncipe azul.
Y aunque no te diste ni cuenta, él es con quien llevas una larga relación y es, para ti, el hombre de tu vida.