Tener carácter es algo positivo. Algo reconocido socialmente, valorado, potenciado. La persona que tiene picardía, que es hábil en las relaciones sociales, que sabe cómo conseguir lo que desea y lo manifiesta, es alguien con carácter, algo así como un modelo a seguir.
Si se fijan, no admiramos al dócil, valoramos al intrépido. No seguimos el ejemplo del sumiso, perseguimos al inquieto que cuestiona y triunfa. Eso es tener carácter. Planificar racionalmente una estrategia, tener visión, posponer lo superfluo para obtener lo imprescindible. El carácter es sinónimo de vitalidad, energía e inconformismo, aunque tampoco es del gusto colectivo, que uno se salga mucho de la norma.
En cambio, el corto de genio encierra todo lo negativo. Algo malo y difícilmente admirable. Nadie quiere tener mal genio, ni que se lo recriminen, menos admitirlo. Es un llamado de atención que nos duele, que no podemos incluir en nuestra lista de las virtudes. El mal genio brota sin filtros, se desborda, nos controla e invade. Nos deja abducidos en un cuerpo que grita, impone y no razona. Es un acto visceral que acecha en cada esquina, cuando hay mucho tráfico, en una discusión política, en las miserias humanas que nos habitan. El rencor, el dolor, la angustia y la represión pueden activarlo.
¿Cuál de estos dos aspectos crees tú que vive más en ti?