Toda mi vida he vivido en departamento así que estoy acostumbrada a tener vecinos que veo bien seguido. Siempre están los pesados, los que carretean de lunes a lunes y los buena onda. Para mi suerte, hace un par de meses llegaron al lado mío los mejores vecinos que uno se puede imaginar.
Hay que partir de la base de que son jóvenes, no tienen mascotas que ladren todo el día ni cabros chicos que lloren en la noche. Carretean lo justo y necesario y no reclaman cuando hago alguna cosa en mi casa.
Se preguntarán por qué son tan especiales. Me invitan a carretear siempre, he ido un par de veces y me atienden como reina. Una vez estaba esperando un taxi afuera de mi casa y ellos se ofrecieron a llevarme ¡y me dejaron en la puerta! Con la mano en el corazón, eso no lo hacen ni mis viejos.
Cuando he necesitado algo, son los primeros que me ayudan y resuelven mis problemas. Cada vez que nos vemos conversamos, a veces los invito a mi casa a tomar un tecito y copuchamos de la vida.
Realmente estos vecinos se han convertido en una especie de amigos. Los adoro y no quiero que se vayan nunca de mi lado.