Foto vía gibsongolfer
Siempre me pregunté qué sentía la gente que trabajaba desde su casa. De hecho, en mi pega estuve a punto de irme a trabajar a la casa por motivos de espacio pero al final no resultó y me mataron la ilusión. Pero hoy por fin pude saber qué se siente: ¡es lo máximo!
Por cosas que no vienen al caso contarles, hoy tuve que trabajar desde mi casa. Lo mismo que hago siempre, pero desde la comodidad de mi hogar. Justo hoy que no para de llover en Santiago y hace un frío espantoso, yo les escribo esto bien abrigada y en pijamas.
No es para sacarles pica pero, pensándolo bien, fue un regalo divino. O sea, me hubiera muerto congelada camino a la pega, estaría triste porque los días negros como estos me dan mucha pena y, lo último, desde mi oficina estaría soñando con estar calentita en mi cama.
Además, en la hora de almuerzo ordené mi pieza, saqué la ropa de invierno que me quedaba en la bodega y me informé viendo las noticias; me sentí demasiado productiva.
Es verdad que quizás llevar esta vida sea más difícil porque cuesta más establecerse horarios y concentrarse. Pero por lo menos para mí, fue demasiado bacán.