Me pasó en el colegio. Tenía una mejor amiga con la que obviamente compartíamos gustos: la música, los carretes y por supuesto los estilos. Para mí era sumamente normal que nuestra ropa se pareciera; no me molestaba en absoluto. El problema surgió cuando se empezó a comprar exactamente lo mismo que yo: mismo color, misma forma… la prenda calcada.
Todo esto lo hacía a mis espaldas, o sea sabía perfectamente que estaba mal. Después cuando aparecíamos las dos en un carrete con la misma polera, me decía media sonrojada y con esa risa falsa: “me compré la misma, jijiji”. Una lata!
Al principio me dio lo mismo, pero me empezó a perturbar cuando la situación se estaba volviendo demasiado repetitiva.
La gota que rebalsó el vaso fue cuando un verano nos fuimos juntas de vacaciones y de su maleta sacó el mismo bikini que yo me había comprado un par de semanas atrás. EXACTO! No! Ahí mi paciencia llegó a sus límites y tuve que pararle los carros. Aparentemente sirvió, porque no volvió a copiarme.
¿Les ha pasado algo similar?