“Debes tener cuidado de sí la persona que eliges para enamorarte vale la pena”.
Nunca he sido amante del cine comercial, mucho menos de las películas rosa donde basta ver el poster para saber cómo terminan. Una siempre se queda con la ilusa sensación de que en una hora y cuarenta y cinco minutos se resuelve todo cuando en la vida real no es así.
Soy más de las realistas, esas cuyas historias me conectan con la realidad a través de situaciones cotidianas y cercanas… algo así me pasó con Blue Valentine, de hecho todavía me tiene pensando. En la película, Derek Cianfrance retrata la historia de Cindy (Michele Williams) y Dean (Ryan Gosling), un matrimonio joven desgastado por la rutina y la desilusión del paso de los años, que transforma todo lo maravilloso del inicial romance (que hizo que te enamoraras de él) en insoportables y odiosos tics. Pero no todo en esa relación fue como lo vemos ahora, hubo un tiempo en que algo los unió y los hizo pensar en una vida juntos. A lo largo del film, se transitan permanentes dualidades (desde lo temporal a lo visual) que nos permiten conocer la transformación de un amor a primera vista a la profunda crisis matrimonial.
Musicalizada casi por completo por Grizzly Bear, con varios silencios y momentos incómodos, Blue Valentine no es una película pochoclera para salir riéndose del cine, más bien todo lo contrario. Es de esas que te dejan pensando seriamente en cómo las relaciones se desgastan si no haces nada por ella y que de un día para el otro, sin darte cuenta, esa persona que amas puede convertirse en el ser más odioso e insoportable de la faz de la Tierra.