En esos momentos de tristeza o simplemente cuando hemos tenido un mal día (de esos que parecen nunca acabar), solemos buscar la compañía de una amiga o amigo para pasar la pena, divertirnos un rato y poner la mente en otras cosas. Al parecer, la compañía de alguien más nos asegura un repentino cambio de ánimo, un regaloneo espectacular que asegura la felicidad. Sin embargo, en ciertas ocasiones (no menores) estar acompañada no parece ser suficiente o peor aún, se convierte en la peor medicina. Es por esto que, desde hace algunos años tomé una drástica decisión: ser mi propio consuelo para cuando estoy triste. Pienso que no hay nadie mejor que yo para saber la fórmula secreta del regaloneo. Piénsenlo bien, quién mejor que nosotras mismas para saber lo que nos gusta, lo que realmente deseamos en ese preciso momento y lo que estamos seguras que nos hará pasar el mejor rato del mundo.
Por esto, quiero compartirles mis tres maneras para hacerme sonreír cuando estoy triste:
Un buen libro: en este país donde este preciado objeto es un bien de lujo y sabiendo que cuando estoy triste necesito recordar que merezco lo mejor, comprarme algo bonito es mi principal antídoto para la tristeza.
Un helado de tres niveles: sí, cuando estoy triste quiero llenarme de todo el dulce posible, a fin de cuentas varios estudios afirman que el chocolate ayuda a aliviar el dolor, pues bueno, qué mejor momento que cuando estoy triste para comer placenteramente un helado de todos los sabores, tamaños y colores.
Una buena cena: A veces creemos que necesitamos estar acompañadas para ir al restaurante que vimos anunciado en la tele o por el que pasamos hace poco y parecía interesante, pues bueno, cuando estoy triste me gusta comer lo que quiero y qué mejor que ir a cenar conmigo misma para regalonearme.
¿Algún tip de regaloneo que nos quieran compartir?