Permanentemente he tenido que “lidiar” con prejuicios alrededor de “las mujeres y el rock” como dos términos que en teoría nunca van juntos. También es cierto que no todas le damos la misma importancia ya que mientras para algunas la música apenas significa un acompañamiento, para otras como yo, implica un verdadero estilo de vida.
Desde la escasa existencia de mujeres dedicadas al rock (periodistas, "músicas", productoras, etc) en comparación al género opuesto y teniendo en consideración que en cantidad siempre somos más, es desalentador el resultado final. Basta con ver la cantidad de chicas que tocan en una banda o la de periodistas que escriben sobre música en una revista (y con fundamentos que vayan más allá de "me gusta porque es mino").
Si bien somos pocas, modestia aparte, y muy buenas en lo que hacemos, debería existir una forma de cambiar la situación e incentivar la música, el rock y la cultura en general a los niños desde pequeños.
Por eso si tuviera la posibilidad, y siendo madre claro, enviaría a mis niñas a un campamento de rock, para que cuando sean grandes, y melómanas como su mamá, no les digan que son un “músico frustrado” como siempre me han dicho a mí.
En estos campamentos las niñas aprenden a tocar su instrumento favorito, a cantar, grabar videoclips y lo más importante, adquieren una actitud rockera frente a la vida.
Me habría encantado ir a uno de esos lugares y ser hoy una Kathleen Hanna one hundred percent.