Foto vía YoSeLiN
Otra vez les voy a contar un Trágame Tierra camuflado, porque este intenso día de lluvia en Santiago, sólo me hace pensar en un momento demasiado vergonzoso de mi infancia. Cuando estaba en quinto básico, me iba en furgón al colegio. Lo que implicaba un mundo intermedio entre los amigos del pasaje y mis compañeros de curso. En el furgón, tenía amigos distintos y, obviamente, un amor platónico.
Un día de invierno, pasa el tío a buscarme, tocando su habitual bocina. Así que, salgo de mi casa, muy abrigada, y me subo al auto. Llovía mucho y mi barrio –pésimamente construido- se inundaba. Es más, toda mi comuna se convertía en una triste versión de Venecia, porque las calles se volvían canales y el resto eran posas con barro. Un panorama digno de postal pobre.
Entonces vamos los niñitos intercambiando láminas o hablando sobre los diferentes colegios en los que estudiábamos, cuando de pronto el furgón se queda en pana. Son las siete y media de la mañana, llueve a full y el tío nos dice “ya, niños, bajen a empujar”. Ahora que lo pienso, qué demonios pasaba por su cabeza, exponiéndonos a una pulmonía o a la muerte segura. Pero bueno, lo que me pasó fue peor que morir.
Nos bajamos todos y empezamos. En eso, tuve la más brillante idea, pensé que la mejor manera de empujar el furgón no era de frente, sino de espalda. Me doy vuelta, para apoyar toda mi humanidad en la parte trasera del auto, y justo el tío echa a andar el motor. Sucedió una escena que quisiera eliminar: perdí el apoyo que tenía y caí de espalda, lujosamente sobre una posa de barro.
Todo era risas, desde el niño que me gustaba, hasta el tío. Se apretaban la guata a costa mía. Cuando reaccionaron, me ayudaron a levantarme y ahí vi toda mi mochila con barro, mi parka, mis zapatos. Era una vasija de greda humana. Me subí al furgón -siempre digna- y me fui todo el camino calladita, mirando por la ventana.
Lo que pasó después lo tengo bloqueado. No sé si fui a estudiar o volví a mi casa. Da lo mismo, mi peor humillación ya se había escrito y con muchos testigos de por medio. Todo por prestar ayuda y querer salvar el día.