Foto vía jessica.diamond
En un par de meses voy a cumplir 25 años. Es brígido porque es como dejar de ser veinteañera, para entrar a la previa de los 30. Es dejar de ser joven a secas, para convertirse en "adulta joven". Aunque siento que todas esas clasificaciones son del resto, de la sociedad, de la gente. Yo, por dentro, me siento todavía de 16.
Y aunque me acerco a los 30, hay cuestiones que me hacen sentir cómoda desde chica, las que me niego a dejar. No usar tacos, no tener hijos, ni tarjetas de crédito son mi trinchera de independencia, de resignación a la adultez. Son responsabilidades y actitudes que no me interesa tener, gracias a las que me siento menos adulta todavía.
Me gusta pensar que soy niña aún, pero con nuevas responsabilidades. Porque entre mi fiesta de 15 y mi vida como mujer de 25 igual hay diferencias: vivo sola, soy profesional, el sexo es una necesidad, me preocupan los rollitos y puedo emborracharme sin que mis papás hagan un escándalo.
Entonces es un momento de balances. ¿Era mejor vivir con mis papás y no pagar cuentas o es mejor trabajar y gastarme la plata en lo que yo quiera? ¿Es mejor ir al colegio o estar todo el día en la oficina? Cada etapa tiene lo suyo. Sus pros y contras. Y como sea, prefiero envejecer, saber que estoy avanzando en la vida, en vez de no estar viva. ¿No creen?