Foto vía weasteman
No me imagino la vida sin Internet. Creo que jamás hubiera terminado la U y hacer mi tesis hubiera sido imposible. Internet hace todo súper fácil. Cuando no sé cómo se escribe el nombre de un famoso, San Google me da la respuesta; quiero revisar el dato de una película, ahí está IMDB; revisar un video: Youtube y Cuevana; confirmar un dato, Wikipedia; y así.
Mi último nuevo uso de Internet es la compra online. Primero empecé con cupones de descuento, en servicios como el cine, peluquería o restaurantes. Después, di un paso más allá y decidí comprar productos con despacho. Así, me llegó un cargador de pilas y una caja llena de pequeños sachets de Nutella.
Al final, es súper cómodo, porque en vez de gastarse los pies en la calle, revisas el catálogo del sitio web, escoges un producto, pagas y dentro de una semana llega a tu casa. No vas a la montaña, la montaña va a ti. Súper bien.
Cuando agarré confianza con esa dinámica de comprar en tiendas nacionales, di un nuevo paso y comencé a encargar cosas vía Amazon. O sea, pedidos fuera de las fronteras. Y también es bacán. Hay muchas que en Chile sería difícil encontrar, que si por mucha fortuna hallas, demás que será a precios groseros -sobre todo libros-. Por eso, encargar vía internet es la solución a eso.
Quizá sea súper sedentario y pajero de mi parte, pero de verdad lo encuentro la raja. Es sacarle el jugo máximo a Internet. Y resulta. Ahorras tiempo, plata y nunca me he sentido estafada. Cien por ciento recomendado.