Reconozco que soy una mimada de Internet. Me gusta que hayan cosas gratis, que no tenga que pagar por tener un email, por crearme un blog, por escuchar música, por ver videos y películas. Adoro todos los portales gratuitos, entre ellos, Cuevana. Es la página más salvadora de los fines de semana.
Las malas nuevas las leí en el sitio de La Tercera: HBO demandó al sitio argentino de series y películas. Y cuando un poderoso -como este canal gringo- se cruza en el camino de un debilucho latinoamericano tercermundista, es obvio quién va a ganar y lo que va a pasar: nos vamos a quedar sin Cuevana.
Hay nuevas opciones para ver series online sin "violar" los derechos de autor, como Netflix que lleva en Chile un rato. La cosa es, punto uno que -como dije recién- la gracia de Internet, lo que sedujo a todos, es que es gratis o por lo menos eximido de pago para los usuarios. Y esa forma de mimo con la que nos criaron los primeros grandes sitios es algo difícil de erradicar.
Punto dos, me pone mal, me hincha la vena, me pone iracunda que un sitio tan bacán como Cuevana joda porque una mega empresa le pone la pata encima. No es justo. Es un poco porque me carga Google de repente. Cuando compró Youtube (yo tenía cuenta creada) no me dejaba acceder a menos que vinculara mi Gmail con Youtube. Mala onda po, muy autoritario. Se ponen mandones y tenemos que hacer las cosas como ellos dicen porque son los dueños de la cuestión. Nada que ver.
En resumen, estoy totalmente del lado de Cuevana. Ojalá gane la demanda y pueda seguir tal como está. Pero si se acaba, me dará mucha pena y mucha rabia.