Es muy sabia la frase “Más rápido se pilla a un mentiroso que a un ladrón”; porque para qué andamos con cosas, la gente mitómana se reconoce a metros de distancia.
En todo caso, todos mentimos. Aunque es bastante diferente decir una mentirilla de vez en cuando, para excusarnos por haber llegado tarde a la pega, u ocultarle a nuestras amigas que estuvimos juntándonos con el tipo que nos ha estado haciendo sufrir; a mentir todos los días y a cada momento.
Una persona mitómana es aquella que vive de la mentira; que sufre de una enfermedad, que hasta él mismo confunde su vida real con las mentiras que dice a diario. ¿Lo bueno? Se reconocen rápido. Puede que les creamos la primera, la segunda y hasta la tercera vez, pero después de compartir un rato con ellos, descubrimos su verdadera identidad.
Personalmente, he tenido la oportunidad de conocer a dos tipos de mitómanos. Primero, esas personas que no le hacen daño a nadie con lo que inventan. Generalmente son tonteras, como para hacerse los “bakanes”. Al final, sus mentiras terminan siendo hasta divertidas de lo irreales que son.
El otro tipo de mitómano es esa persona que miente para provocar daño, que inventa cosas estilo “La Juanita me contó que estaba enamorada de tu pololo” o “La Pepita está súper enojada contigo porque no la quisiste acompañar a almorzar”. Cosas tontas, pero que si no sabes las verdaderas intenciones de quién las dice, te pueden jugar una mala pasada.
En todo caso, para ambas acepciones sucede lo del cuento “Pedrito y el lobo”; tanta mentira te lleva a cuestionarte si lo que esa persona está diciendo es verdad o no.
¿Ustedes, se han cruzado con gente mitómana?