Estoy agobiada con tanta tragedia. Quizás estoy exagerando. No, en realidad no estoy haciéndolo. Estoy realmente molesta tras ver los capítulos que me faltaban de la novena (y por ahora última) temporada de Grey’s Anatomy. Mi serie favorita desde que fue estrenada en 2005.
El porqué de mi malestar radica en cada ciclo de aproximadamente 24 capítulos cada una (o sea, 9.720 horas o 405 días de mi vida pegada a la tele) mueren o desaparecen personajes clave. Pero no son elegidos al azar: son justo los que me gustan, los que me han emocionado con sus historias y evoluciones.
No es justo que en estos años hayan muerto el tierno George, el guapo Denny, los enamorados Lexie y Marc Sloan. Y que salieran abruptamente la inteligente Addison, el racista Preston Burke y lejos mi ídola –por bella e intensa- Izzie Stevens, entre mucho otros.
Siento que hay una especie de ensañamiento de parte de la creadora de la serie Shonda Rhimes respecto de las vidas de internos, residentes y sus mentores en el Seattle Grace Mercy West Hospital. Cada fin de temporada es una tragedia y, la verdad, ya me está aburriendo, pero estoy tan acostumbrada a verla que difícilmente la dejaré.
A mi juicio, el más terrible fue el ciclo 8. Allí los matrimonios de Meredith y Derek y el de Cristina y Owen están en plena crisis. Todos los residentes aprueban sus exámenes menos April (la virgen que ya no lo es y se siente culpable). Y el avión en el que viajaban Meredith, Cristina, Derek, Arizona, Mark y Lexie se estrella en un bosque.
El conteo: Mark sufre un problema en el corazón (y después se va al otro mundo), Derek queda a punto de perder su mano (atroz, porque es neurocirujano), Arizona sufre la amputación de su pierna y Lexie muere aplastada por un trozo de avión frente a su amado de la manera más cruel.
No les contaré detalles de la temporada 9, solo por solidaridad de televidente, pero les dejo la web en la que están todos los capítulos en orden… con tragedias por doquier.
¿Creen que ya es mucho y que las fans necesitamos un respiro?