Desde hace un par de años que la champaña se transformó en uno de mis copetes favoritos. Es rica, tiene pocas calorías, es barata y "efectiva”, ustedes me entienden.
Me gusta de cualquier manera, sola, con redbull o juguitos de fruta, como frambuesa con un toque de limón. Exquisito y veraniego. Sin embargo, mi manera favorita de tomarla es con jugo de naranja: la clásica y glamorosa Mimosa. Era el trago favorito de las celebridades de comienzos del siglo pasado, como Alfred Hitchcock, Liz Taylor, o Coco Chanel en los brunch’s de fin de semana. De hecho se decía que era parte fundamental de "un desayuno con clase". No obstante, su origen se lo disputan el Hotel Ritz de París, donde habría aparecido en 1925, y el Club Inglés Buck’s Fizz, donde sostienen haberlo creado cuatro años antes.
Como sea, es lo máximo y súper fácil de hacer. Tan fácil que ni siquiera necesita receta. Obviamente, hay versiones mucho más sofisticas que agregan esencias de cosas raras. Pero la mimosa clásica no necesita más que una botella de tu champaña favorita y un poco de jugo de naranja. Las cantidades son a gusto personal. Generalmente las medidas que uso son ¾ de champaña y 1 parte de jugo.
La idea es hacerlo con naranjas naturales, pero si te tocan muy ácidas, puedes mezclar el jugo con un poquito de azúcar. Yo lo prefiero ácido, no sé ustedes. Bueno y cuando no tengo naranjitas a la mano, un buen néctar envasado siempre es bienvenido, sobre todo si es light.
Sencilla, refrescante, deliciosa, burbujeante y elegante, qué más se puede pedir.