Porque nos da estilo, nos entrega autenticidad, es barata, es reciclada y nos permite no andar uniformadas con el último grito de la moda de las multitiendas, porque comprar ropa exclusiva es caro y no siempre se puede.
Todos estos motivos me han llevado a declararme una adicta a la ropa usada, ya sea de ferias universitarias, callejeras, tiendas, Internet o trueque.
Prendas regalonas que he conseguido a bajísimos precios tengo muchas, lo único malo: no siempre nos duran todo lo que nosotras quisiéramos.
Y al parecer, no soy la única que piensa así. Según el Servicio Nacional de Aduanas, el 2012 aumentó en un millón de dólares la importación de ropa usada, siendo las prendas más comercializadas los trajes de vestir, siguiéndoles las blusas y camisas, las chaquetas y parkas y, por último, las medias y calcetines.
En los 80 este fenómeno se instaló en nuestro país con los tratados de comercio y con la grave crisis que afectó el bolsillo de los chilenos, que vieron una buena alternativa en las prendas que se importaban principalmente de EE.UU, Inglaterra, Italia, Alemania y Canadá. En esos tiempos la ropa se comercializaba en galpones o tiendas que crearon las grandes cadenas, como el Grupo Meicys, que posee las tiendas Meicys, Flagrante, Orange Blue y Emporium.
En la actualidad la ropa usada se comercializa, además, en boutiques -muchas veces que se autodenominan exclusivas- y también en Internet, donde se han creado un sinfín de facebooks, blogs, flickrs y fanpages donde se venden o permutan prendas.
Algunas buenas páginas son Feria Ferió y el Portal Ropera. Pero si gustas salir a vitrinear nunca es una mala alternativa visitar las tiendas de la calle Bandera o los galpones que se encuentran detrás de la Estación Central y el terminal San Borja.
Dentro de los barrios de Providencia también podemos encontrar algunas aisladas tiendas con linda ropa y buenos precios.