Recuerdo la primera vez que vi Desayuno en Tiffany’s. Había escuchado comentarios de la película, pero nunca le di tanta importancia hasta que encontré su edición remasterizada en oferta. Lo único que sabía era que se basaba en un libro del gran Truman Capote. No llevaba ni cinco minutos y me caí rendida. Es que todo, desde la estética hasta la ingenuidad de su personaje principal eran perfectos. De ahí supe que Holly Golightly, interpretada por la minísima Audrey Hepburn, era uno de los personajes más icónicos del cine.
Para entender por qué esta peli es un clásico debemos ir por parte. Primero, la historia es simple pero a la vez tiene pequeños detalles que la hacen magnífica. Por ejemplo, las escenas donde nos muestran que el departamento de Holly es un completo desastre. El gato está en el refrigerador y el zapato en la cesta de frutas. También, cuando deja su glamorosa ropa por unos jeans para cantar y tocar la guitarra en el marco de la ventana. Son éstas pequeñeces las que muchas veces la hacen entretenida y distinta.
Cabe destacar las diferencias del final entre el libro y la película, que cambian por completo su esencia. Le doy crédito a Capote por dejar un poco de misterio a la historia pero igualmente hay que aceptar que el guión de la peli es digno de un ‘The End’ hollywoodense.
No podemos olvidar una de las razones por la que se hizo importante este film: el estilo de Holly. El “litle black dress” fue uno de los más importantes en el ropero de la protagonista, junto a los collares de perlas y la boquilla para los cigarros. La película marcó una tendencia, tanto que las revistas de moda aún la recuerdan. Y es que la delgadez de la actriz, más la elegancia y sobriedad al vestirse, fueron un vuelco para los cánones de belleza de esa época. Más de alguna vez han mencionado al personaje de Audrey como un icónico del estilo.
Tampoco podemos olvidar a Paul Varjack, interpretado por George Peppard, un escritor silencioso que tenía más de una similitud con Holly. Su pelo bien peinado, una linda sonrisa y una buena facha no podían pasar desapercibidos. Él se vuelve su camarada y amigo durante la historia.
Que el relato de una mujer algo frívola que solo desea dinero y que tiene como gran altar la joyería Tiffany’s & Co. de Nueva York, siga todavía en nuestras memorias es, tal vez, por su transversalidad. La vida de Holly simplemente habla del amor, que es el éxito de toda película. Su clave es mezclarla con moda, glamour y la vida en la ciudad. Al fin de cuentas Holly es una niña que solo quiere ser feliz y que se da cuenta que, más que en las fiestas y la riqueza, la felicidad está en amar.