Desde que Marlon Brando se paseaba sobre su Triumph Thunderbird en “The Wild One”, interpretando al líder más mino que un grupo de motoqueros podría tener, las chaquetas de cuero se hicieron indispensables en el clóset de cualquiera que se las diera de rudo/estiloso, convirtiéndose en símbolo de la cultura rocker de la época.
Hoy, parece que nada ha cambiado. Una buena chaqueta de cuero no solo saca de apuros por lo práctica, sino que transforma cualquier tenida fome en una bacán. Y cuando digo "buena" no estoy pensando en una chaqueta de 150 lucas o de cuero real. Simplemente en un modelito con onda y que te quede bien, partiendo desde una digna imitación de Patronato, (todo depende de cómo la lleves).
La gracia de este tipo de prendas es que te condicionan. Nadie que se ponga su chaqueta de cuero regalona sale a la calle sintiendo que pasa desapercibido o queriendo ser "tiern@". Al contrario, el poder de la chaqueta de cuero radica en la fantasía, en hacernos sentir más toscos, fuertes, rebeldes y despreocupados.
Buenas para cualquier temporada y complemento perfecto para el look que se te ocurra. Da lo mismo si es producto de la publicidad, el cine o una idea que nos inventamos nosotros mismos, no estamos aquí para cuestionar eso. El hecho es que es una prenda que refleja personalidad por sí sola y, por ende, se encarga de revelar la tuya a punta de versatilidad y estilo.
Al menos yo, no puedo vivir sin la mía.