Llega un punto en toda relación en que varios factores confluyen, y se da la posibilidad de vivir con tu pareja. Idealmente, este momento llega en una etapa de madurez de la relación, siendo una decisión consensuada y que ambos quieren. Pero no siempre es así: a veces se da de forma no planificada, o en ese limbo en el cual te quedas a dormir 5 de 7 días a la semana, pero sigues volviendo a tu casa/casa de tus padres.
Es indudable la importancia para toda pareja de tener su espacio propio, porque es vital tener privacidad y la posibilidad de tomar sus propias decisiones, en comparación, por ejemplo, a cuando se vive con algún familiar, o en casa de los padres. Y dependiendo del grado de compromiso que se asuma respecto a convivir, es que se pueden observar claras diferencias.
Para empezar, en el caso de que sea algo decidido y claro, comenzarán (o deberían) compartir gastos. Esto implica tener la capacidad de coordinarse y establecer prioridades. Es decir, los sueldos ya no serán un 80% carrete o comida rica de delivery, porque a la larga, siempre es más conveniente cocinar.
Así que hay que armarse de madurez de dueños de casa, y decidir qué elementos serán imprescindibles en su refrigerador y despensa, así como ser más conscientes de lo que se están gastando en cada carrete. Acá empieza a ser conveniente el carrete de casa, más que ir a un pub. Claro que surge otro punto, que es el tema de cuánta gente puedes invitar, cuántas se pueden quedar, qué está permitido y qué no (cigarro, instrumentos musicales, etc).
También está el tema de las cuentas. Luz, agua, gastos comunes si viven en departamento. Pueden dividirse los pagos a medias, o encontrar una forma que deje satisfecho a ambos, dependiendo de sus ingresos (por ejemplo, si uno gana más que el otro, puede hacerse cargo del arriendo/dividendo, y el otro de las cuentas) y comenzarán a ser más conscientes de lo que usan también: que se quede prendida la estufa eléctrica toda la noche se volverá algo trágico! Así como también cuidarán de no tomar duchas de 30-40 minutos, porque en el caso de los edificios, el agua caliente se cobra aparte de la cuenta del agua, ¡atroz!
Lo positivo de esto es que se aliviana bastante la vida en comparación a vivir solo, porque se comparten los gastos y las preocupaciones. A fin de cuentas, se trata de una prueba de fuego, puesto que verás en la práctica si pueden compatibilizar sus formas de ver la vida y de vivirla, dialogar, llegar a consensos, y seguir amándose a pesar de sus diferencias.
Lo importante en todo esto, es siempre mantener una actitud cooperativa, porque no es justo que sólo uno se haga cargo de todos los temas domésticos, o andar persiguiendo al otro por platas, porque seamos claros, esas cosas desgastan cualquier relación.