Hace unos días me invitaron al cumpleaños del amigo de la hermana de mi amigo. Sí, fui algo así como una paracaidista, pero ¿a quién no le ha pasado? El asunto es que era un cumpleaños que incluía asado. Wow, qué rico, carrete, comida, ideal, pensé.
Cuando llegamos, elegantemente no-tan-temprano, resultó que no había mucho avanzado del asado (de hecho ni carbón habían comprado aun), así que como invitadas educadas ofrecimos nuestra ayuda para avanzar con el asado. Este asado comprendía anticuchos en un 90%, por lo tanto había que armarlos. Al menos la mayoría de la carne estaba picada. El hecho fue que las minas que llegamos nos instalamos en la cocina a armar anticuchos, muchos, muchos anticuchos. A medida que fueron llegando los invitados, todos hombres, ninguno, pero ninguno ofreció su ayuda en este sentido, noo, es que ellos comprarían el carbón y prenderían el fuego. Era inconcebible que alguno (a excepción del cumpleañero, que había picado la carne) entrara en la cocina. Me pregunté entonces, ¿cómo es posible que en estos tiempos, después de tantas décadas y revoluciones, sigamos replicando el modelo machista en el que vivían nuestros abuelos, y en parte nuestros padres? Obviamente me dio rabia, pero es increíble cómo, muchas veces inconscientemente, volvemos a caer en ese ciclo.
Lo mismo pasa en los asados familiares. Mis tías y mi mamá se encargan de la cocina: preparan las ensaladas, el pebre, las empanadas, el picoteo. Pero la parrilla es terreno sagrado de mis tíos. Ellos prenden el fuego, ellos asan la carne y son los expertos en determinar cuándo está lista.
Al menos en el cumpleaños que mencionaba al inicio, fueron las minas las que se encargaron de ver la carne en la parrilla y determinar cuando estaban listos los anticuchos. O sea, cumplieron ambos roles, mientras que los minos se conformaron con replicar el comportamiento infantil de depender de una mujer (léase, su mamá), y entregarse a lo que ella determinara, con tal de no tener que esforzarse en ayudar en ningún nivel.
Tampoco se trata de generalizar. Hay todo tipo de personas, y conozco hombres que ayudan en la cocina, o que van más allá aun, y son los encargados. Así como estas chicas del cumpleaños que se encargaron de la carne y la parrilla incluso. Por eso me doy cuenta que no es tan difícil romper el molde, molde añejo y anacrónico por lo demás, del machismo chileno.