Desde que era chica, muy chica -12 años- que me he teñido el pelo. Recuerdo que en ese tiempo la llevaban los colores rojos o el negro azabache. Comencé por un rojo –casting, obvio- y al poco tiempo terminé en el negro. Y bueno, el resultado ya se sabe, nunca más volví a tener el mismo pelo, al menos el mismo color.
Luego de algunos cortes volví a sucumbir para teñirme, ahora más grande y con tintura, color arándano y luego nuevamente un rojo, pero rojo rojo, a lo Nicole. Aunque me gustaba harto la mantención del color era sumamente difícil, ya que a las pocas semanas la raíz se hacía notar.
Cuando me aburrí de la demanda de tiempo del rojo intenté volver a mi castaño. De esta forma estuve años recuperándome de las tinturas para tentarme esta vez con colores de fantasía.
Mi sueño, un morado en todo el pelo. Pero por miedo decidí finalmente teñirme sólo las puntas –había que decolorar- y fue lo mejor que pude haber hecho porque a la hora de aburrirme sólo había que cortar lo teñido.
Cambié de morado a fucsia y luego a calipso. Así estuve casi un año hasta que tuve que buscar pega “formal”.
Lo bueno, es que encontré pegas donde no fue necesario mantener el fome pelo de color uniforme y hoy otra vez tengo mis puntas decoloradas para volver a los colores de fantasía.
Estas mechitas decoloradas, degradés o Dip Dye, están muy de moda en Chile luego de que causaran furor en Estados Unidos y Europa, donde pudimos apreciar a más de una famosilla luciéndolas.
Si te atreves puedes decolorarte tú misma el pelo –con cuidado de no decolorar más pelo del que desees- y teñirte con el color que más te guste o invertir un poco más y acudir a alguna peluquería que haga el trabajo sucio.
Y tú, ¿te animas?