Hace poco mi tía sufrió algo similar a un pre-infarto, del que logró salir sana y salva. Esto, porque a pesar de que cumplía con varios de los factores que influyen negativamente en estas situaciones –sobrepeso, tabaquismo, vida sedentaria, y un trabajo con mucho estrés- su malestar no se debía al exceso de colesterol en su organismo, sino a algo más que taponeaba su arteria al 80%, impidiendo el flujo normal de la sangre hacia su corazón, y que los especialistas lograron disolver.
¿Pero qué era lo que tenía? Según el médico, lo que la afectaba podía ser un trombo o coágulo, esos mismos que –si uno no se cuida- originan trombosis, dañan otros órganos, y a veces se suben al cerebro, y causan los temidos accidentes vasculares. Pero lo más fuerte aún, era el posible origen de este coágulo, que según el doctor puede asociarse al efecto de las hormonas anticonceptivas, las que junto al mal hábito de fumar –algo que también afecta la circulación sanguínea- forman una combinación peligrosísima.
De inmediato pensé: ¿pero cuántas mujeres chilenas toman pastillas y fuman? ¿No serán casi todas? Yo ya había escuchado que este tipo de hormonas podían ser dañinas para nuestro organismo, pero jamás pensé que, eventualmente, causaran algo que podría matarme.
En Francia –país donde estoy viviendo por estudios- el sistema de salud se han puesto tan receloso con el uso de las hormonas, que no hay farmacia que te venda pastillas anticonceptivas –sí, las típicas que uno usa desde siempre- sin la receta médica de un ginecólogo. Y es más: los médicos prefieren recetarte cualquier otro método de anticoncepción (incluso Billings) para desincentivar el uso de estos fármacos.
En Chile, en cambio, los médicos son muy abiertos a recetar hormonas, a veces cuando aún somos niñas y tenemos problemas de acné, exceso de pelo, o una regla irregular. Mi doctor incluso me retó cuando le conté que había dejado mis pastillas, de un mes para otro, para “limpiar mi cuerpo”, advirtiéndome que eso podía ser peligroso para mi organismo, el ritmo de mi periodo y un montón de cosas más. Uno ya no sabe a quién creerle.
Por eso, y si bien aún no me animo a dejar las hormonas, preferí empezar a cuidarme de otras maneras, y ayudar a la salud de mi cuerpo; dejar la una vida sedentaria, bajar los kilos de más, y alejarse de los vicios –en especial el adorado cigarro- son maneras simples y prácticas no sólo de darle armonía a tu organismo, sino de disminuir las probabilidades de sufrir en el futuro alguno de estos accidentes cada vez más comunes en mujeres, y que pueden ser mortales. Porque si bien mi tía está ahora sana en su casa, hay veces en que esa historia no podemos contarla tan fácil y alegremente.
Y ustedes, ¿cómo creen que pueden empezar a cuidarse mejor?