Hace unos años, gracias a una actividad de mi universidad, tuve la oportunidad de viajar a Estados Unidos. Primero a Washington, y luego a Nueva York. Y fue una experiencia que realmente me marcó.
En primer lugar, pude notar una amplia diferencia entre el trato en Washington D.C y Nueva York respecto a nuestro grupo, ya sea como extranjeros o como latinos. Nueva York en verdad era una ciudad cosmopolita, donde había personas de todas partes del mundo, por lo tanto, uno no se sentía fuera de lugar, para nada.
Lo segundo, las luces. Nuestro hotel se encontraba en pleno Times Square, el sector más famoso por el comercio, las grandes tiendas, y la sobrepoblación de anuncios luminosos. Es un sector lleno de vida, mucho ruido, mucha gente. No suena tan genial, pero tiene un encanto asombroso, el sentirse en aquel lugar retratado en tantas películas y series.
Otro tema es la riquísima vida cultural de esta ciudad. Cientos de galerías de arte e increíbles museos. Recuerdo que fuimos al MOMA y al MET. En el primero, tuve la suerte de poder recorrer una increíble exposición de Tim Burton, la cual incluía múltiples caricaturas, dibujos y escritos inéditos, así como también mucho material de su larga lista de películas. Además, experimentamos un fuerte acercamiento al arte contemporáneo, con una muestra muy radical y que rompía todos los esquemas artísticos, de la serbia Marina-Abramovi. Ella contaba con una presentación muy especial, en que la artista compartía un minuto, en silencio y sólo mirándose, con cada extraño que se sentaba frente a ella, así como con performance con actores desnudos, otro cubierto de huesos, una mujer colgando de una pared, y cosas así.
Y en cuanto al MET, para empezar debo decir que es el museo en cuyas escalas se sentaban las chicas de Gossip Girl, así que fue bastante divertido sentarnos allí y sentirnos Blair Waldorf o Serena Van Der Woodsen. Ya adentro, nos esperaban 2 muestras maravillosas: la primera, un especial de Picasso, y la segunda, una muestra con todo lo relativo a Egipto. Debo mencionar que soy una amante de esta cultura, ¡por lo que me sentí en un sueño!
Otro ítem grandioso es la comida. Como hay personas de tantas culturas diferentes, es muy fácil probar comida de todo el mundo, sólo cambiando de barrio. Por ejemplo, hay muchos puestos en la calle de comida hindú, de una calidad y sabor que se envidiaría cualquier restaurant establecido en Chile. Y lo mejor: ¡por un precio insuperable! Otro ejemplo ideal, es el barrio chino, Chinatown, donde puedes comer la verdadera comida china, muy distinta a la que nos venden acá. Y si caminas unas cuadras al norte, te encontrarás con Little Italy, el barrio de los italianos, donde obviamente, puedes degustar lo mejor de la gastronomía italiana.
Además, están las grandes tiendas. Sí, esta es la parte consumista de mi historia. Con una amiga nos fuimos directo a Soho, unas cuadras al poniente de Little Italy, que era algo así como un barrio histórico industrial, convertido en una zona de restaurantes, galería de arte independiente, y boutiques exclusivas. Sin embargo, los precios eran bastante aceptables en cosas de marca. Y además, había tiendas tipo Patronato, ¡muy convenientes!
Ahora bien, creo que una de las cosas más hermosas de esta ciudad es, sin duda, el Central Park. En medio de la vorágine de la ciudad, se instala este pulmón verde de 4.000 m x 800 m (se ha calculado que es dos veces más grande que Mónaco y ocho veces más que la Ciudad del Vaticano, los países más pequeños del mundo, ¡pero no le quita el mérito!). Obviamente no pudimos recorrerlo completo, pero de verdad es un lugar mágico. Tiene múltiples lagunas, un castillo, muchos jardines y hasta un zoológico. Y un lugar muy especial, sin duda, es el jardín y memorial Strawberry Fields, erigido en honor a John Lennon.
Por esto y mucho más, sueño con volver a esta maravillosa ciudad y lo recomiendo absolutamente.