The Giving Tree es un libro escrito por Shel Silverstein, un artista con todas sus letras, cantautor y compositor de piezas musicales y libros para niños. Fue capaz de hacer de la literatura infantil un verdadero mundo mágico con lindas enseñanzas de esas que uno recuerda hasta grande.
Sus libros han sido traducidos en 20 idiomas y las copias de éstos han superado las 20 mil. Fue un escritor muy particular, a la “antigua”, pero que comprendía y plasmaba muy bien la idea de la moraleja. Sin ser especializado en fábulas, logró educar mediante historias fantásticas a miles de personas de todas las edades.
Este libro lo leí hace años, fue un “préstamo” de alguien especial. En sus páginas relata la relación de un niño con un árbol del bosque y lo cierto es que conmueve más allá del papel, porque es una verdad. Todos los días tenemos la posibilidad de conectarnos con nuestro entorno e incluso sentir afecto y gratitud por las bondades de nuestra naturaleza pero eso no siempre sucede porque somos egoístas, descuidamos y muchas veces no nos damos cuenta.
En la historia, el árbol le daba al niño todo lo que el quería y necesitaba, sombra en días de calor, ramas para colgarse o construir una casa, manzanas rojas para alimentarse y una confortante firmeza con el suelo. Sin embargo, con el pasar de los años, el niño ya no tan niño, comienza a exigirle al árbol más cosas, no estaba conforme con lo que cuando era más pequeño disfrutaba como loco.
Como el árbol siempre trataba de complacerlo en todo y sentía la disconformidad de su amigo, decidió someterse al sacrificio más grande que incluso un humano puede realizar, morir. El niño quería navegar y el árbol permitió que lo talaran para que él pudiera construir una barca y divertirse.
Años más tarde, cuando ese chico ya era un anciano, volvió al árbol que ya había logrado volver a formarse. Éste, extrañado le dice, antes de que el anciano pronunciara palabra alguna, “no tengo nada más que darte”, pero como la vida es sabia y siempre podemos aprender algo, la respuesta del abuelo fue que lo único que necesitaba era un sitio tranquilo en donde pudiese descansar mientras esperaba su muerte. Es como si la naturaleza no tuviese rencor, porque está allí, para nosotros, porque ese árbol fue el lecho del anciano, porque pudo comprender que en la vida, todos vivimos procesos distintos.
Es una historia sencilla pero refleja muy bien lo que somos y lo que hacemos, muestra que a veces somos egoístas pero que podemos mejorar y construir cosas mejores en nuestra vida. Se los recomiendo absolutamente.