Todos, cuando nos enamoramos, sentimos esa revolución física y mental de lo atrayente y desconocido. Eso que inexplicablemente y, a veces de un día para otro, hace que una persona se apodere de tu mente, de tu estómago y de tu corazón. Haciendo que sea imposible dejar de pensar en ella y que la mezcla de sentimientos que te invade sea tan diversa y explosiva como nervios, emoción, dolor de guata, alegría, angustia, todo al mismo tiempo.
A nivel bioquímico, efectivamente, existen reacciones químicas concretas al enamorarse, ya que el hipotálamo envía una señal hacia la glándula pituitaria para que ésta libere norepinefrina, dopamina, feniletilamina -una anfetamina natural-, estrógeno y testosterona. Esta gran liberación de hormonas se va normalizando a medida que la relación va avanzando y se crea el apego, el cual también posee sus hormonas, la vasopresina y oxitocina.
Todo normal hasta ahora. El problema surge cuando se presentan ciertos comportamientos obsesivoshacia la persona objeto de nuestro afecto, que no se normalizan conforme avanza el tiempo, como por ejemplo:
1. Presencia de pensamientos incontrolables e invasivos en tu mente sobre la persona amada.
2. Una gran idealización de las características de la otra persona, de igual manera para aquellas positivas o negativas.
3. Timidez y confusión extremas delante de la otra persona, incluyendo palpitaciones, sudoración, enrojecimiento facial y temblores, etc.
4. Desesperación y un gran miedo al rechazo por parte de la persona amada, llegando incluso a ideas de suicidio en caso de que esto se presente.
Y si bien en un inicio el enamoramiento y la Limerencia pueden ser fácilmente confundidos, éste último se trata de un problema cognitivo de desorden obsesivo-compulsivo, por lo cual toma ribetes más delicados y peligrosos, pudiendo terminar dañada tanto la propia persona como su enamorado.
Una de la formas de ir notando la diferencia, es que al ir avanzando la relación, una persona limerente no consigue disfrutar de la felicidad del otro, sino que todo se basa en la dependencia y en la reciprocidad, es decir, en lo que quiere y necesita recibir por parte del otro. Se vuelve una relación obsesiva y venenosa, y muchas veces hasta peligrosa. En cambio, en un enamoramiento normal, la relación es una instancia reconfortante para ambos, sin esa exigencia hacia el otro.
Así que si crees que te estás volviendo un tanto limerente, no temas en buscar ayuda profesional. Sí, sonará medio raro llegar donde un sicólogo y decirle “es que estoy enamorada”, pero ten claro que cuando se sobrepasan algunos límites de la sanidad mental, siempre es mejor pedir ayuda. ¿Habían escuchado de la Limerencia alguna vez?